- El coste fijo no depende del volumen de producción y es previsible; junto al variable conforma el coste total.
- Existen costes fijos comprometidos (difíciles de recortar) y discrecionales (ajustables sin frenar la operativa).
- Fórmulas clave: CF = CT − CV y CF unitario = CF total / unidades; útiles para fijar precios y márgenes.

Hablar de costes fijos no es un capricho contable: es la base para que un negocio funcione con cabeza. Cuando se entiende qué gastos no cambian aunque se produzca más o menos, se pueden planificar presupuestos, fijar precios y evitar sustos de tesorería. En ese sentido, los costes fijos —también llamados en ocasiones costos fijos— son el puntal de la estabilidad financiera de cualquier empresa o proyecto.
En la práctica, este tipo de desembolsos están presentes mes a mes: alquileres, seguros, nóminas o determinados impuestos no se detienen porque un mes vendas menos. Por eso conviene tenerlos muy claros, diferenciarlos de los costes variables y entender la diferencia entre costo y gasto y saber cómo calcularlos. A continuación, encontrarás una guía completa con definiciones, características, tipos, ejemplos habituales y fórmulas de cálculo, además de casos numéricos paso a paso que te ayudarán a aplicarlo en tu gestión diaria.
Qué es exactamente un coste fijo
Un coste fijo es un gasto que permanece estable en el corto plazo y no depende del nivel de actividad. Dicho de otra forma: aunque suba o baje la producción, ese importe sigue ahí. El alquiler del local, las pólizas de seguros, ciertas retribuciones salariales o una cuota de arrendamiento de equipos no se alteran por producir diez, cien o mil unidades. En contabilidad de costes, son parte del coste de producción total, aunque no intervengan de forma directa en la elaboración de cada unidad.
Frente a ellos está el coste variable, cuyos importes sí fluctúan con la actividad (materias primas, envases, comisiones sobre ventas, etc.). No hay que perder de vista que el coste de producir un bien o prestar un servicio integra tres grandes bloques: materia prima, mano de obra y gastos indirectos. Los costes fijos se consideran, por lo general, gastos indirectos imprescindibles para que el negocio exista y opere con normalidad.
Además, dentro de los costes fijos encajan desembolsos como alquileres de equipos, seguros, servicios de utilidad mínimos para operar (electricidad, agua, telefonía, internet con cuotas planas), e incluso cargos graduales vinculados a amortizaciones y depreciaciones de activos, tanto tangibles como intangibles. Aunque la amortización pueda recalcularse con el tiempo, su lógica contable se comporta como un coste fijo que la empresa asume con periodicidad.

Rasgos y características que conviene tener presentes
Para ubicarlos correctamente en tu contabilidad, fíjate en sus rasgos distintivos. Son gastos que se pueden prever y controlar, no responden al volumen de producción y se pagan cada cierto tiempo (semanal, mensual, trimestral o anual). En resumen: son la parte del coste que más fácil es anticipar en un presupuesto, aunque hay matices relevantes que conviene no pasar por alto.
- No están ligados de forma directa a cada unidad producida.
- Se mantienen invariables en el corto plazo, aunque puedan revisarse de un periodo a otro (por ejemplo, subida de alquiler anual).
- Se pueden anticipar y son relativamente fáciles de controlar desde la dirección.
- Tienen periodicidad clara: vencen en fechas y por importes conocidos.
- Forman, junto con los costes variables, el coste total de la empresa.
Aunque solemos hablar de «fijos», no significa que sean eternos e inmutables. Pueden cambiar entre periodos (por ejemplo, una actualización de una prima de seguro), pero su esencia es que dentro de un intervalo razonable de tiempo no dependen del nivel de producción. Ese matiz explica por qué, a menudo, su gestión se aborda a nivel directivo, con decisiones estratégicas que impactan en la capacidad productiva.
Tipos de coste fijo: comprometido y discrecional
No todos los costes fijos son iguales ni tienen la misma flexibilidad. Se suelen distinguir dos categorías: los costes fijos comprometidos y los discrecionales. Entender la diferencia ayuda a tomar decisiones cuando hay que recortar o priorizar gastos sin poner en jaque el negocio.
El coste fijo comprometido es aquel que prácticamente no puedes eliminar sin dañar la operativa: alquiler de instalaciones, hipoteca, ciertas nóminas estructurales o seguros obligatorios. Responden a necesidades básicas del negocio y su recorte drástico tendría efectos adversos. En otras palabras, están estrechamente vinculados a la infraestructura o al personal esencial.
El coste fijo discrecional, en cambio, deriva de decisiones de planificación. Es el típico gasto que puedes ajustar si la situación aprieta, como un presupuesto de publicidad, determinadas suscripciones o partidas de formación. Aunque formen parte del plan, es posible que el desembolso final no alcance lo presupuestado, o que optes por reducirlo temporalmente sin que la producción se paralice.
Diferencias clave entre costes fijos y variables
La gran brecha entre ambos está en la relación con la actividad. El coste fijo es independiente de las unidades producidas; el variable sube o baja según trabajes más o menos. Por eso, el primero es más estable y previsible, y el segundo ofrece más margen de maniobra para ajustar el gasto a corto plazo. Dicho de forma coloquial: el fijo «no tiene vuelta de hoja», el variable lo puedes modular con el volumen.
En la práctica, los costes variables responden a la dinámica de ventas, a la estacionalidad o a picos de trabajo (horas extra, mayor consumo de suministros energéticos vinculados a producción, más materia prima, etc.). Son, por tanto, la palanca de ajuste más inmediata cuando se buscan ahorros sin tocar la base estructural del negocio. De ahí que sea más sencillo reducir gasto variable si hace falta «apretarse el cinturón» sin comprometer la capacidad instalada.
Además, dentro de los variables hay tipologías interesantes para entender su comportamiento: pueden ser progresivos (aumentan más que proporcionalmente si crece la producción), regresivos (por economías de escala, bajan por unidad cuando sube el volumen) o proporcionales (se mueven al mismo ritmo que las unidades). Esta clasificación ayuda a prever cómo se comportarán los costes cuando el negocio acelera o desacelera.
Si damos un salto al terreno doméstico (o a gastos personales de autónomos), suele diferenciarse entre variables necesarios (alimentación, transporte, electricidad en función del consumo), variables prescindibles (ocio, aficiones, caprichos) y gastos ocasionales (no periódicos: vacaciones, sustitución de electrodomésticos, mejoras en el hogar). Esta visión es útil para aprender a jerarquizar y recortar primero aquello que menos impacto esencial tiene.
Ejemplos habituales de costes fijos
Para aterrizar ideas, conviene poner nombres y apellidos a los costes fijos más habituales. Aunque cada sector tiene sus peculiaridades, verás que hay denominadores comunes en casi cualquier negocio que se precie, desde una tienda física a una fábrica o una empresa de servicios.
- Alquiler u hipoteca de oficinas, locales, almacenes o fábricas.
- Seguros (multirriesgo, responsabilidad civil, seguros de empleados, etc.).
- Retribuciones salariales de personal estructural y mano de obra indirecta.
- Servicios de utilidad con cuotas planas o mínimos: electricidad, agua, gas, internet y telefonía.
- Comisiones bancarias, pagos de deudas y otras cargas financieras periódicas.
- Licencias, tasas e impuestos con periodicidad conocida.
- Arrendamientos de vehículos o maquinaria, y alquiler de equipos.
- Gastos de administración, seguridad y vigilancia, mantenimiento y limpieza periódica.
- Partidas de publicidad o comunicación consideradas como fijas del periodo (coste fijo discrecional).
Como ves, se trata de gastos que existen por el mero hecho de que la empresa esté abierta y operando. No dependen de cuántas unidades salgan por la puerta, pero conviene vigilarlos con lupa porque, acumulados, marcan el umbral mínimo de ingresos que necesitas para que las cuentas no se tiñan de rojo.
Fórmulas esenciales para calcular los costes fijos
La teoría es útil, pero el día a día exige números. El cálculo de los costes fijos se puede abordar de varias formas. Una de las más directas es partir del coste total y restar el coste variable. La identidad de referencia es sencilla y conviene tenerla siempre a mano: Coste fijo = Coste total − Coste variable.
Si trabajas por periodos, puedes expresarlo mensualmente, trimestralmente o anualmente. Por ejemplo, si ya conoces tu coste fijo mensual medio, proyectar el anual es tan simple como multiplicarlo por 12: Coste fijo anual = Coste fijo mensual × 12. Ojo: si hay revisiones a mitad de año (alquiler, seguros), actualiza el cálculo para mantener la fiabilidad.
Otra métrica útil es el coste fijo unitario, que reparte el coste fijo total del periodo entre las unidades producidas. Así obtienes un importe por unidad que, sumado al coste variable unitario, te ayuda a fijar precios. La fórmula es directa: Coste fijo unitario = Coste fijo total / Unidades producidas.
Una alternativa práctica consiste en identificar todos los costes fijos de la empresa dentro de un periodo y sumarlos. Para ello, el primer paso es listar con detalle cada gasto, sus importes, las fechas de pago, su recurrencia y su naturaleza (fijo o variable). Después, separación por categorías y, finalmente, cálculo de métricas útiles (por ejemplo, coste fijo por unidad si produce sentido para tu negocio).
En contabilidad de gestión, es recomendable llevar estos cálculos en una hoja de cálculo o un software contable. Anotar, clasificar y actualizar te permite controlar desvíos y evitar errores típicos, como confundir un variable con un fijo o, peor aún, olvidar un gasto que se cobra trimestralmente y pasa desapercibido hasta que llega el cargo.
Ejemplos prácticos de cálculo
Veamos varias situaciones para asentar conceptos con números concretos. Todos son ejemplos representativos de escenarios habituales en pymes y autónomos.
1) Coste fijo unitario mensual. Imagina que, tras listar tus costes fijos del mes, la suma asciende a 35.700 €. La producción del periodo ha sido de 7.000 unidades. Aplicamos la fórmula: Coste fijo unitario = 35.700 / 7.000 = 5,1 € por unidad. Este dato, combinado con tu coste variable unitario, te permitirá calcular el margen y ajustar el precio de venta.
2) Costes fijos y variables combinados. Supongamos una repostería especializada en pasteles de boda que paga 5.000 € mensuales de alquiler (coste fijo). Además, tiene un coste variable de 1.000 € por trabajador para cada pedido. Para conocer el coste total del periodo con X pedidos y Y trabajadores asignados, sumas el coste fijo y el variable del mes. En notación simple: Coste total = Coste fijo + Coste variable. Esta suma te dará una visión nítida del esfuerzo económico por periodo y te ayudará a evaluar la rentabilidad por pedido.
3) Cálculo anual del coste fijo. Retomando el primer ejemplo, si el coste fijo anual asciende a 428.400 € y la producción prevista anual es de 84.000 unidades, el coste fijo unitario anual se calcula igual que antes: Coste fijo unitario = 428.400 / 84.000 = 5,1 €. Este tipo de análisis a 12 meses es muy útil para planificar capacidad y estimar márgenes con vista larga.
Otro ejemplo sencillo para no perder el hilo: si tienes una empresa que fabrica mesas y tus costes fijos mensuales suman 2.000 €, producir 150 mesas ese mes implica un coste fijo por mesa de 2.000 / 150 = 13,33 €. Al compararlo con meses de mayor volumen, observarás cómo el coste fijo por unidad baja cuando fabricas más, aunque el total fijo del mes siga siendo el mismo.
Costes variables en hogares y en empresas: necesarios, prescindibles y ocasionales
En el ámbito empresarial, el variable gira en torno a la producción y la venta: materias primas, suministros directos, envases, comisiones comerciales, combustible o recursos energéticos asociados a fabricar y distribuir. Controlarlo es vital porque es donde, con buena gestión, se ganan eficiencias y se salvaguarda la competitividad en el sector, evitando sorpresas de última hora.
En las finanzas personales (y por extensión en autónomos), conviene separar variables necesarios —electricidad según consumo, alimentación, transporte, telefonía— de prescindibles —ocio, hobbies, caprichos—. Esa clasificación facilita jerarquizar recortes si el presupuesto lo exige. Además, están los gastos ocasionales, no periódicos, para los que es sensato reservar un colchón: vacaciones, mejoras del hogar o renovación de electrodomésticos.
Un apunte práctico: aunque los variables fluctúan, compensa calcular promedios mensuales a partir del total anual y, al mismo tiempo, incorporar medidas de ahorro. Por ejemplo, sistemas que centralizan y ordenan gastos de combustible o de suministros permiten recuperar impuestos deducibles y conseguir descuentos, además de facilitar una mejor trazabilidad de esas partidas.
Coste total, representaciones gráficas y precio
En un gráfico simple, los costes fijos se dibujan como una línea horizontal: no cambian con el volumen. Los variables, por su parte, describen una línea ascendente, porque crecen a medida que produce o vende más. La suma da el coste total, clave para fijar precios y márgenes. Recuerda que el precio debe cubrir coste fijo por unidad, coste variable por unidad y dejar un margen razonable que sostenga el beneficio y las inversiones futuras.
El punto de equilibrio (break-even) se alcanza donde los ingresos igualan al coste total. Aunque aquí nos centramos en costes fijos, no olvides que dominar la foto completa (CT = CF + CV) te ayuda a comprobar si tu estructura de costes cuadra con los precios y volúmenes que maneja tu mercado. A partir de ese análisis, sabrás si necesitas ajustar estructura, renegociar contratos o empujar acciones comerciales para alcanzar el umbral de rentabilidad.
Cómo listar, clasificar y controlar: método práctico
El primer paso es inventariar todos los gastos de un periodo: importe, fecha de pago, concepto y recurrencia. Después, separa entre costes fijos y variables. Por último, calcula indicadores como coste fijo total, coste fijo por unidad y su peso sobre el total. Esta hoja de ruta sirve tanto para una pyme como para un profesional autónomo y se vuelve clave para solicitar financiación o presupuestar con criterio.
Consejo operativo: apóyate en una hoja de cálculo o un software contable. Configura avisos de vencimiento para alquileres, seguros, préstamos o tributos con fecha concreta, porque los despistes aquí se pagan caros. Hacerlo bien facilita, además, proyectar el presupuesto del próximo año y planificar tesorería con meses de antelación, alineando costes fijos con la previsión de ingresos por ventas.
Riesgos de impago y por qué conviene anticiparse
Los costes fijos tienen la ventaja de ser previsibles, pero el inconveniente de que no se pueden cambiar fácilmente. Un atraso puede acarrear recargos por pagos fuera de plazo, demandas, cortes de suministro, incluso desahucios o la rescisión de contratos. Además, genera una mala imagen ante proveedores y entidades financieras. Por eso, contar con colchón de liquidez, negociar calendarios realistas y mantenerlos al día es tan importante como vender.
Cuando la caja aprieta, es preferible revisar costes variables y discrecionales antes que tocar la base comprometida. Y si hay que renegociar, hacerlo con tiempo: la antelación abre puertas para revisar condiciones y evitar decisiones precipitadas que comprometan la operativa del negocio.
Entender qué son los costes fijos, distinguirlos de los variables y saber calcularlos con rigor permite presupuestar con cabeza, fijar precios sostenibles y evitar quebraderos de cabeza. Tenerlos bien clasificados, con sus fechas y cuantías, ayuda a dormir más tranquilo y a tomar decisiones con menos incertidumbre, porque, al fin y al cabo, son el suelo sobre el que se sostiene la actividad y el primer bloque que hay que cubrir con los ingresos de cada periodo.