Envejecimiento de la población: datos, salud, cuidados y empleo sénior

Última actualización: octubre 27, 2025
  • El envejecimiento avanza rápido: más 60+, más 80+ y mayor peso en países de ingresos medios y bajos.
  • Salud y cuidados deben adaptarse: atención integrada, entornos accesibles y lucha contra el edadismo.
  • Demografía en cambio: pico poblacional hacia 2085, migración amortigua el declive y baja fecundidad reconfigura edades.
  • España lidera el reto en Europa: índice de envejecimiento al alza y necesidad de activar el talento sénior.

Envejecimiento de la población y demografía

Vivimos un giro demográfico sin precedentes: hay más personas mayores y, además, viven más años. En este contexto, garantizar sistemas de salud y de cuidados preparados se ha convertido en una prioridad mundial porque el envejecimiento poblacional avanza a un ritmo más veloz que en cualquier época reciente.

A lo largo de este reportaje encontrarás cifras clave, explicaciones sencillas sobre qué es en realidad envejecer, su impacto en la salud y en la economía de los cuidados, así como las grandes respuestas de política pública ya en marcha. También miraremos con lupa la situación en España y el desafío del talento sénior en el mercado laboral, un asunto que ya está en el centro del debate empresarial y social.

Datos y cifras imprescindibles

La transformación demográfica se palpa en los números: en 2030, una de cada seis personas tendrá 60 años o más; entre 2020 y 2030, el grupo 60+ pasará de alrededor de 1.000 a 1.400 millones, y para 2050 alcanzará en torno a 2.100 millones. Además, la población de 80 y más años se triplicará entre 2020 y 2050 hasta rondar los 426 millones, confirmando el peso creciente de las edades más avanzadas.

Si miramos la estructura global, entre 2015 y 2050 la proporción de habitantes de 60+ casi se duplicará, del 12% al 22%. Ya en 2020, los mayores de 60 superaron en número a los menores de 5 años, una señal inequívoca de la nueva realidad demográfica. Y, ojo, en 2050 el 80% de las personas mayores residirá en países de ingresos bajos y medianos, donde el cambio está siendo especialmente acelerado.

Este viraje empezó antes en países de rentas altas, pero hoy el gran vuelco está en economías de ingresos bajos y medios: para mediados de siglo, dos tercios de la población mundial de 60+ vivirá en estas regiones. El reto es claro: adaptar sanidad, cuidados de larga duración y protección social a una demanda que crece y se hace más compleja.

Tendencias del envejecimiento y salud pública

Qué entendemos por envejecimiento

Desde la biología, envejecer es la acumulación lenta de daños a nivel molecular y celular a lo largo del tiempo. Este proceso, lejos de ser lineal, provoca gradualmente pérdida de capacidades físicas y cognitivas, incremento del riesgo de enfermedad y, a la postre, la muerte. Aun así, la edad cronológica no lo explica todo: hay una enorme diversidad de trayectorias de salud en edades avanzadas.

Además de los cambios biológicos, la vejez suele coincidir con transiciones vitales relevantes: la jubilación, mudanzas a viviendas más adecuadas o la pérdida de seres queridos. Estas transiciones, junto con el entorno social y económico, condicionan qué podemos hacer y cómo nos sentimos en la última etapa de la vida, influyendo de forma decisiva en la autonomía y el bienestar subjetivo.

Salud en la vejez: enfermedades y síndromes frecuentes

Con la edad, aumentan dolencias prevalentes como la pérdida de audición, cataratas y errores de refracción, dolores de espalda y cuello, osteoartritis, EPOC, diabetes, depresión y demencia. Es común vivir con varias condiciones a la vez, lo que complica el abordaje clínico y la vida diaria. De hecho, los síndromes geriátricos —fragilidad, incontinencia urinaria, caídas, delirium y úlceras por presión— suelen reflejar múltiples factores de fondo.

En este marco, la atención integrada y centrada en la persona marca la diferencia: detectar precozmente, tratar de forma coordinada y apoyar la funcionalidad permite mantener independencia, participación y calidad de vida, incluso cuando hay enfermedades crónicas.

Determinantes, hábitos y entornos que marcan la diferencia

Vivir más años abre oportunidades para estudiar, trabajar de otro modo o recuperar aficiones; pero el alcance real de esas oportunidades depende de la salud. La evidencia sugiere que la parte de vida en buena salud no ha crecido al mismo ritmo que la longevidad, por lo que muchos años añadidos transcurren con limitaciones. Aquí, el papel de los determinantes sociales y ambientales es clave, desde la vivienda y el barrio hasta la red comunitaria.

Los patrones de salud se forjan desde muy pronto, incluso durante la gestación. A lo largo del ciclo vital, llevar hábitos saludables —alimentación equilibrada, actividad física regular, no fumar— reduce el riesgo de enfermedades no transmisibles, mejora la capacidad funcional y retrasa la dependencia. Los entornos también cuentan: ciudades caminables, edificios y transporte accesibles, y espacios seguros facilitan seguir haciendo lo que valoramos pese a la pérdida de facultades.

Una respuesta de salud pública con mirada amplia debe impulsar tanto los factores que amortiguan pérdidas (prevención, entornos amigables, apoyos) como los que fomentan la recuperación, la adaptación y el crecimiento psicosocial. En suma, no es solo evitar la enfermedad, sino crear condiciones para vivir bien durante más tiempo.

Retos para la respuesta pública y el edadismo

No existe la persona mayor “tipo”. Hay octogenarios con excelente capacidad física y mental, y otros con deterioro notable a edades más tempranas. Esta diversidad exige políticas que se adapten a necesidades y preferencias muy distintas, evitando a toda costa el edadismo y los estereotipos que llevan a la discriminación.

Además, tendencias como la globalización, la aceleración tecnológica (transporte y comunicaciones), la urbanización, la migración o los cambios en normas de género modifican la vida de las personas mayores. La planificación debe anticipar estos cambios y alinear servicios y derechos con las realidades del siglo XXI.

La respuesta internacional: Década del Envejecimiento Saludable

La Asamblea General de la ONU declaró 2021-2030 como la Década del Envejecimiento Saludable y encargó a la OMS liderar su implementación. Se trata de una alianza global entre gobiernos, sociedad civil, academia, sector privado y medios, con el propósito de impulsar acciones concretas y colaborativas que prolonguen la vida con salud y dignidad.

La Década se apoya en la Estrategia y Plan de Acción Mundiales de la OMS y el Plan de Acción Internacional de Madrid sobre el Envejecimiento, al tiempo que refuerza la Agenda 2030 y los ODS. Sus cuatro grandes líneas son: combatir el edadismo; construir comunidades que potencien las capacidades de las personas mayores; extender una atención primaria integrada y centrada en la persona; y asegurar cuidados de larga duración para quien los necesite.

Demografía global: picos de población, migración y fecundidad

Las Perspectivas de la Población Mundial 2024 proyectan que el mundo seguirá creciendo unas cinco o seis décadas, hasta un pico aproximado de 10.300 millones hacia 2085, para luego descender gradualmente hasta unos 10.200 millones en 2100. La probabilidad de que el máximo llegue antes de terminar el siglo ronda el 80%, y el total previsto para 2100 es unos 700 millones inferior a estimaciones previas, sobre todo por una fecundidad menor de la esperada en países clave como China.

Mirando por edad, a finales de la década de 2070 se prevé que la población de 65+ alcance los 2.200 millones, superando en número a la población menor de 18. Ya hacia mediados de la década de 2030, habrá alrededor de 265 millones de personas de 80+; una cifra que rivalizará con cohortes infantiles y obligará a reforzar sanidad, cuidados de larga duración y protección social, además de aprovechar tecnologías que apoyen la autonomía.

La migración también juega un papel amortiguador. En unos 50 países la inmigración ayudará a contrarrestar el declive derivado de la baja natalidad y el envejecimiento. Sin ese flujo, el pico demográfico habría llegado antes en lugares como Italia, Alemania o la Federación de Rusia. De aquí a 2054, la inmigración impulsará el crecimiento en 52 países —entre ellos Australia, Canadá y Estados Unidos— y en 62 países de aquí a 2100. En sentido contrario, en 14 países con fecundidad ultrabaja la emigración contribuirá de forma notable a la pérdida de población, lo que sugiere que fomentar el trabajo decente y la migración de retorno puede ser más eficaz que políticas meramente pronatalistas.

¿Sabías que…?

  • En 63 países y territorios —cerca del 28% de la población mundial en 2024— la población ya alcanzó su máximo antes de ese año; entre ellos, China, Alemania, Japón y la Federación de Rusia.
  • Hacia finales de la década de 2030, en los países que ya han tocado techo demográfico, la mitad de las mujeres estará fuera de la edad reproductiva natural, con efectos evidentes sobre fecundidad y estructura por edades.
  • En 2024 nacieron unos 4,7 millones de bebés de madres menores de 18 (3,5% del total), incluidos 340.000 de niñas menores de 15, con graves consecuencias para la salud materno-infantil.
  • Se espera que las mujeres de 15 a 49 años crezcan hasta ~2.200 millones para finales de los 2050, frente a casi 2.000 millones en 2024; en países jóvenes, invertir en educación, salud e infraestructuras y elevar la edad legal de matrimonio, integrando planificación familiar y maternidad segura en la primaria, favorece más educación femenina, empleo y menor maternidad precoz.

Economía de los cuidados y modelos emergentes

El envejecimiento dispara la demanda de cuidados y exige dignificar y profesionalizar esta labor. En paralelo, están madurando enfoques innovadores que reorientan el sistema. Entre las tendencias, destacan las ciudades inclusivas, diseñadas para ser accesibles y fomentar la socialización en comunidad.

Ganan tracción opciones residenciales como el cohousing, cooperativas de vivienda para mayores de 50 que promueven vejez activa y autocuidado compartido. También avanza la desinstitucionalización, llevando la atención al entorno comunitario con una oferta adecuada de servicios.

Cuando la atención residencial es necesaria, se demanda un cambio de modelo que aumente la autonomía: más decisiones en manos de la persona y entornos que respeten sus preferencias. El enfoque de atención centrado en la persona —todavía con desafíos de implementación— requiere un compromiso claro del sector público para elevar la calidad.

Por último, el modelo comunitario de cuidados propone tejer redes entre agentes públicos, privados y civiles para reducir la fragmentación generacional y asegurar inclusión y apoyo mutuo a lo largo de la vida.

Alzheimer y otras demencias: el gran reto

Disfrutar de más años es un logro, pero también eleva la prevalencia de demencias. La enfermedad de Alzheimer y otros trastornos neurodegenerativos están estrechamente asociados a la edad: afectan a aproximadamente 1 de cada 10 personas mayores de 65 y a al menos un tercio de quienes superan los 85. Sin tratamientos plenamente efectivos para prevenir o frenar su curso, los casos podrían triplicarse hasta unos 152 millones en 2050.

Hay motivos para la esperanza con nuevos fármacos, pero la prevención sigue siendo clave. En países con mayor conciencia sobre hábitos saludables y control de factores de riesgo cardiovascular, la proporción de personas afectadas tiende a disminuir. Iniciativas de investigación y sensibilización —como las impulsadas por fundaciones especializadas— buscan que los años ganados a la vida se vivan con plenitud.

Ciclo vital y capacidad funcional: enfoque OMS

La OMS propone mirar la capacidad funcional a lo largo del ciclo de vida: crece en la infancia, alcanza su pico en la adultez temprana y después desciende, más rápido o más lento según hábitos como la actividad física, la dieta o el consumo de tabaco y alcohol. Dejar de fumar o mejorar la forma física puede revertir parte del deterioro y reducir el riesgo de cardiopatías.

Las condiciones socioeconómicas también pesan: educación deficiente, pobreza o trabajos insalubres reducen la capacidad funcional, sobre todo en edades tardías. En algunos contextos, esto aumenta el riesgo de institucionalización, que a su vez puede acentuar la dependencia. Por eso, rehabilitación y adaptación del entorno —desde ascensores y rampas hasta transporte accesible o utensilios del hogar adecuados— mejoran la autonomía y la calidad de vida.

Conviene recordar el impulso global al envejecimiento activo: en 1999 la OMS promovió el “Abrazo Mundial”, una caminata encadenada por husos horarios para visibilizar una sociedad para todas las edades, y consolidó el Movimiento Global para el Envejecimiento Activo. En investigación, el Programa de Investigación sobre Envejecimiento y Salud (PIES) puso el foco en cinco áreas: validar el enfoque del ciclo vital; analizar la transición sanitaria y la vulnerabilidad al final de la vida; crear herramientas de política basadas en datos internacionales; desarrollar servicios de salud sostenibles priorizando la primaria; y abrir nuevas fronteras biomédicas, incluida la genética, en estrecha colaboración con la industria farmacéutica.

Conferencias y marcos que han marcado la agenda

La comunidad internacional lleva décadas trabajando estos temas. En 1982 llegó el Plan de Acción Internacional de Viena sobre el Envejecimiento, que ya pedía medidas en salud y nutrición, consumo, vivienda y entorno, familia, bienestar social, ingresos y empleo, educación y mejora de datos e investigación. En 1991 se aprobaron los Principios de la ONU en favor de las Personas de Edad, con 18 derechos en torno a independencia, participación, atención, autorrealización y dignidad.

En 1992 se adoptó la Proclamación sobre el Envejecimiento y, en 1999, la ONU señaló el Año Internacional de las Personas de Edad. Cada 1 de octubre se celebra su Día Internacional. En 2002, la Segunda Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento (Madrid) aprobó una Declaración Política y el Plan de Acción Internacional sobre el Envejecimiento de Madrid, que aboga por cambios de actitudes, políticas y prácticas para aprovechar el potencial de las personas mayores, con tres ejes: mayores y desarrollo, salud y bienestar en la vejez, y entornos propicios y de apoyo.

Salud pública: esperanza de vida y efectos de la pandemia

La pandemia de COVID-19 alteró fecundidad, mortalidad y migraciones. La esperanza de vida mundial cayó de 72,8 años en 2019 a 71 en 2021, aunque repuntó a 73,3 en 2024 y podría subir hasta unos 77,4 para 2054. En 2023, por primera vez, fallecieron menos de 5 millones de niños menores de 5 años, con grandes avances en países como la R.D. del Congo, India, Nigeria o Pakistán.

Una mayor esperanza de vida puede traducirse en crecimiento demográfico o en una caída más lenta, según regiones y saldos migratorios. Sea como sea, el objetivo es fortalecer la prevención y la detección temprana de enfermedades crónicas y no transmisibles —cardiopatía, ictus, cáncer— y aprovechar las capacidades de una población mayor más numerosa, que aporta voluntariado, cuidados en el hogar, transmisión de conocimiento y, cada vez más, participación laboral.

España ante el envejecimiento: datos clave, brecha digital y empleo sénior

España ya es uno de los países más envejecidos de Europa. Según el CSIC, hay cerca de 10 millones de personas con 65+ (alrededor del 20,5% de la población) y podría rondar el 30% en los próximos años. La edad media se sitúa en torno a 44,37 años; los mayores de 80 ya son un 6,1% y más de 650.000 personas superan los 90 años.

La feminización de la vejez es patente: entre los 65+, las mujeres superan a los hombres en torno a un 29,5%, y entre 80-85 años son más del doble. Llega además la primera cohorte de mayores con paridad educativa entre mujeres y hombres. Tras la jubilación, España mantiene una esperanza de vida elevada: unos 22 años para los hombres y 26,5 para las mujeres, con una brecha en la pensión media mensual (aprox. 1.717 euros para ellos frente a 1.194 para ellas).

En lo digital, más del 70% de los 65+ usa internet a diario, pero el porcentaje cae al 34,6% entre mayores de 75, modulándose por edad, nivel educativo e ingresos. Todavía, un 7,7% de las personas mayores que interactúan con la administración perciben discriminación por edad o salud. También surgen iniciativas mediáticas que reivindican a este grupo, como plataformas informativas específicas para mayores de 55 que buscan revalorizar su papel social.

El mercado laboral no puede mirar hacia otro lado: en 2024, el índice de envejecimiento en España —mayores de 64 por cada 100 menores de 16— alcanzó un máximo histórico del 142,3% (137,3% en 2023), 29,7 puntos más que en 2014. Asturias lidera con un 257,2%, seguida de Galicia (224,3%) y Castilla y León (223,8%). Al otro lado, Ceuta (69%), Melilla (56%) y Murcia (98%) aún presentan más jóvenes que mayores.

Este escenario hace del talento sénior una palanca estratégica. Persisten sesgos en selección que frenan su contratación pese a su experiencia, madurez y pensamiento crítico. La receta pasa por reskilling y upskilling continuos, rediseñar procesos de selección para eliminar prejuicios, y activar políticas de empleo que no dejen fuera a mayores de 50, parados de larga duración o personas con discapacidad. La migración, bien gestionada, puede cubrir vacíos en sectores con escasez de profesionales, dentro de estrategias de Diversidad, Equidad e Inclusión que sostengan la competitividad y el Estado del Bienestar.

Mirado en conjunto, el envejecimiento de la población redefine prioridades: necesitamos sistemas sanitarios y de cuidados robustos, comunidades amigables, mercados laborales inclusivos y una cultura que destierre el edadismo. Con datos en la mano y políticas activas, es posible que más personas vivan más años con salud, autonomía y propósito, y que esa longevidad sea un activo para las familias, la economía y la sociedad.

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